Infancia Temprana
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Introducción
La primera infancia es de fundamental importancia para todo el desarrollo psíquico. Constituye al mismo tiempo la base de toda actividad psíquica constructiva. Los conocimientos adquiridos posteriormente están, si no preformados en ella, ampliamente condicionados por las operaciones psíquicas de la primera fase de la vida.
La investigación neurobiológica ha probado que existen periodos críticos en el desarrollo infantil temprano (que se da de los 3 a los 6 años), los cuales definen ventanas de oportunidad para el desarrollo del cerebral, por lo que eventos negativos durante este periodo pueden limitar las posibilidades para realizar una función con efectos a corto y largo plazo lo que impactará en la salud a lo largo de la vida. Así la carencia afectiva, nutricional y de salud serán más difíciles de revertir y a un mayor costo en etapas posteriores.
Desarrollo físico del infante
Se entiende por crecimiento un aumento progresivo de la masa corporal, tanto por el incremento del número de células como por su tamaño. El crecimiento conlleva un aumento del peso y de las dimensiones de todo el organismo y de las partes que lo conforman; se expresa en kilogramos y se mide en centímetros.
Entre los dos y los seis años, el cuerpo del niño va perdiendo el
aspecto infantil a medida que cambian su tamaño, sus proporciones y su forma.
Al mismo tiempo, el rápido desarrollo del cerebro da origen a habilidades mas
complejas y refinadas del aprendizaje, así como al perfeccionamiento de las
habilidades motoras gruesas y finas.
Durante la etapa de la regulación emocional (de 0 a 2 años), los niños aprenden a regular sus emociones básicas, como la alegría, la tristeza y la ira. La calidad de las relaciones de cuidado y apego con los padres y cuidadores puede influir en la capacidad del niño para regular sus emociones de manera efectiva (Eisenberg, Spinrad, & Eggum, 2010).
En la etapa de la conciencia emocional (de 2 a 4 años), los niños comienzan a comprender que sus propias emociones y las de los demás tienen una causa y un efecto. Los niños también comienzan a comprender que las emociones pueden ser expresadas a través de diferentes formas, como el lenguaje corporal y la expresión facial (Eisenberg, Cumberland, & Spinrad, 1998).
En la etapa de la comprensión emocional (de 4 a 6 años), los niños comienzan a comprender las complejidades de las emociones, incluyendo las emociones mixtas y las emociones más sutiles, como la empatía y la vergüenza (Denham & Kochanoff, 2002).
Además de la calidad de las relaciones de cuidado y apego, hay otros factores que pueden influir en el desarrollo emocional en la niñez temprana. La genética, el temperamento, el entorno socioeconómico y cultural, y las experiencias traumáticas o estresantes también pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo emocional (Eisenberg, Spinrad, & Eggum, 2010).
La importancia del desarrollo emocional en los infantes(ver video)
El vínculo de apego Estas interacciones que comienzan muy pronto, ya que el niño y la niña en el momento de su nacimiento son seres totalmente dependientes. El primer vínculo afectivo que podemos destacar es el apego. Se puede definir como el lazo emocional que desarrolla el niño o la niña con sus progenitores y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para el desarrollo de sus habilidades, tanto psicológicas, como sociales. John Bowlby, psicólogo evolutivo quién formulo la Teoría del apego comenzó a trabajar en instituciones para niños inadaptados, observando que los niños carentes de afecto por parte de familia se traducía en conductas negativas. El apego es el que proporciona la seguridad emocional del niño en un primer momento: ser aceptado incondicionalmente, protegido. Si el bebé percibe que sus padres están disponibles para satisfacer sus necesidades y proporcionarle cariño en todo momento, se sentirá seguro. Uno de los logros más relevantes es la capacidad de diferenciarse de la madre y los demás reconociendo los límites de su cuerpo. Esto constituirá la columna vertebral de su esquema corporal y futura identidad, que incorpora el autoconcepto, es decir la imagen que posee de sí mismo elaborada por sus experiencias propias y las referencias que le aportan los demás, y la autoestima, que es la valoración de sus propias capacidades y actuaciones.(Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby)
- El objeto es amado y acunado, pero también mutilado con excitación;- Se le atribuye cierta vitalidad, como si tuviera vida propia;
- Nunca debe cambiar (por ejemplo, ser lavado) a menos que el bebé lo haga.
- La etapa de las funciones simbólicas: es cuando los niños son capaces de entender, representar, recordar objetos e imágenes en su mente sin tener el objeto en frente de ellos. Alrededor de 2-4 años de edad, los niños aún no pueden manipular y transformar la información de una manera lógica, pero, sin embargo, sí pueden pensar en imágenes y símbolos. Otros ejemplos de las capacidades mentales son el lenguaje y el juego de aparentar. El juego simbólico es cuando los niños desarrollan amigos imaginarios o juego de roles con amigos reales. Los juegos de los niños llegan a ser más sociales asignando roles entre sí.
- La sub-etapa del pensamiento intuitivo: Tiene lugar entre alrededor de las edades de 4 y 7. Los niños tienden a ser muy curiosos y hacer muchas preguntas, empezando a usar el razonamiento primitivo. Hay una emergencia en el interés de razonar y de querer saber por qué las cosas son como son. Piaget llamó a esto la subetapa intuitiva porque los niños se dan cuenta que tienen una gran cantidad de conocimientos, pero no son conscientes de la forma en que la adquirieron. La concentración, la conservación, la irreversibilidad, la inclusión de clases y la inferencia transitiva son todas características del pensamiento preoperatorio.
En esta fase la libido se organiza al alrededor de la zona erógena anal, el objeto de satisfacción está ligado con la función de defecación (expulsión – retención) y al valor simbólicos de las heces.
Para el niño(a) eliminar orines o heces es algo normal, natural y placentero, lo considera incluso como una especie de "regalo" que dan al adulto, esto porque para él (ella) es como desprenderse de parte de su cuerpo y entregarlo a mamá y a papá. Para el niño(a), las heces representan su creación y le agrada su olor, textura y color.
El niño(a) debe aprender a cooperar con una persona más poderosa lo que provoca experiencia nuevas de satisfacción y ansiedad. La satisfacción viene de cumplir los deseo de sus padres, avisar y controlar. La ansiedad proviene de la vergüenza y la desaprobación de los demás.
La función auto conservadora del erotismo anal está dada por el proceso de evacuación de los intestinos y la vejiga y por el placer que provoca el haberlo hecho bien. Este sentimiento de bienestar compensa, al inicio de esta fase, los frecuentes malestar y tensiones padecidos por el niño(a), mientras sus intestinos aprenden a realizar su función diaria.
Esta fase se inicia, porque en el niño(a) aparecen excrementos mejor formados, el sistema muscular, se ha desarrollado y el medio social le demanda control de sus evacuaciones, introduciéndose así la dimensión de que él o ella pueden descargar voluntariamente y que tienen la capacidad de alternar a voluntad los actos de retener y expulsar.
El niño(a) obedece en esta fase a impulso contradictorios que van a caracterizar su forma de comportarse y de relacionarse con los demás. Estos son la retención y la eliminación. Su aparición va a alternarse. El desarrollo del sistema muscular le da mayor poder al niño(a) sobre el medio ambiente que le rodea, pues adquiere la capacidad para alcanzar y asir, para arrojar y empujar, para apropiarse de cosas y para mantenerlas a cierta distancia. Esta etapa se caracteriza por la lucha del niño(a) por su autonomía, empieza a ver el mundo como yo – tú, mí, mío. Es un niño(a) fácil de convencer si él (ella) ha decidido hacer lo que se espera de él (ella), pero es difícil de encontrar la forma de que desee precisamente eso. El niño(a) al mismo tiempo quiere acercarse y soltarse, acumular y descartar, aferrarse y arrojar. Por lo tanto, las relaciones sociales están marcadas por la antítesis soltar – aferrarse.
Estas dos primeras fases de la sexualidad infantil se centran en el autoerotismo, en las fases siguientes aparece ya un objeto sexual externo al individuo. Para Freud el acceso al objeto libidinal se da en forma sucesiva que va desde el autoerotismo, el narcisismo, la elección homosexual y la elección heterosexual.
En esta fase es vivido el Complejo de Edipo, más o menos entre los 3 y 5 años de edad, su declinación señala el inicio del período la latencia. Este Complejo desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en la orientación del deseo sexual.
El Complejo de Edipo es el "conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres. En su forma llamada positiva, el complejo se presenta como en la histórica de Edipo Rey: deseo de muerte del rival que es el personaje del mismo sexo opuesto. En su forma negativa, se presenta a la inversa: amor hacia el progenitor del sexo y odio y celos hacia el progenitor del sexo opuesto. De hecho estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma llamada completa del complejo de Edipo".
El niño se enamora de su madre y abriga deseos de muerte hacia el padre a quien ve como rival y teme ser castigado con la castración por querer que éste desaparezca. La niña se enamora del padre y quiere que la madre se valla y se considera castigada por no poseer pene. Ambos desean excluir a todos los demás de la relación que tienen con el padre que es objeto de su amor.
Estos deseos de muerte o desaparición del padre del sexo opuesto provocan un profundo sentimiento de culpa. Culpa por haber cometido un crimen que no ocurrió y que biológicamente es imposible de realizar. Esta culpa inconsciente y la prohibición del incesto hacen que el individuo desplace su iniciativa y curiosidad hacia ideales deseables y metas prácticas e inmediatas, hacia la realización de cosas. Así se olvida el Complejo de Edipo y el niño(a) entra en la latencia.
El individuo experimenta una reviviscencia del Complejo de Edipo durante la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito con la elección de un objeto sexual.
Freud considera que en esta fase hay una organización muy parecida a la del adulto, por lo que la ubica como genital. El niño(a) elige un objeto sexual externo y dirige hacia este objeto sus tendencias sexuales. Lo que la diferencia de la organización sexual madura es que sólo reconoce como órgano genital el masculino.
A esta edad los niños(as) inician una actividad masturbaría. Pasan mucho rato tocando sus genitales, no solo por el placer que les proporciona, sino porque lo han descubierto y quieren explorarlo y conocerlo.
Otra de las características importantes de esta etapa es el descubrimiento de que existen diferencias sexuales entre las personas y que el niño(a) pertenece a un sexo determinado. Este descubrimiento pudo haberse gestado en la relación que el niño(a) tenía con sus padres y se profundiza ahora que se relaciona más con niños(as) de diferentes sexos y de su misma edad.
Características de los hijos según el orden de nacimiento
En 1927,
Adler teorizó que el orden de nacimiento afectaba enormemente la personalidad
porque los padres trataban a los niños de manera diferente según fueran mayores
o menores. También creía que los padres que comparaban a unos hermanos con
otros creaban una sensación de inferioridad.
Más
recientemente, los trabajos de Sulloway (1996) han situado el papel del orden
de nacimiento en el ámbito de la investigación empírica. Según Sulloway, los
hijos de una familia utilizan diferentes estrategias para conseguir su propio
espacio en el ámbito familiar. Así, los primogénitos, cuya posición está ya
establecida, manifiestan creencias, actitudes y características de personalidad
que coinciden con las que mantienen sus padres y tienden a ser responsables,
competitivos y convencionales. En cambio, los hijos que nacen después tienen
que competir con sus hermanos mayores para lograr su propio espacio, por lo que
tienden a desarrollar pautas de comportamiento más solícitas, se muestran
cooperativos y tienden a diversificar más su experiencia.
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